"Despojarse del señorío imaginario del mundo. Soledad absoluta. Es entonces cuando se posee la verdad del mundo."
"Para lograr el desapego total no basta con la desgracia. Es necesario una desgracia sin consuelo. Es necesario no tener consuelo. Ningún consuelo representable. Es entonces cuando desciende el consuelo inefable."
Simone Weil
Simone Weil fue una filósofa del siglo XX cuyo pensamiento asistemático y místico ha hecho que sea considerada como una figura extraña y cuyas obras sean atractivas y deliciosas de leer.
Traigo estas frases por su profundidad y que están impregnadas de un momento amargo que le tocó vivir. Son dos frases distintas que llevan a lo mismo: a la iremediable patencia del yo como consuelo y como única realidad terrible.
La primera nos habla del alejamiento del mundo, del afuera, de lo que nos distrae, de la ficción que nos entretiene y que nos engaña. Cuando salimos de ella y nos metemos en nuestro interior, entonces aparece con absoluta claridad lo único que es real porque siempre está a nuestro lado y que da su realidad al mundo (idea cartesiana): el yo. El sentirse a sí mismo en su densidad y frescura, como algo que fluye, representa el alivio frente a la complejidad engañadora del exterior.
La segunda nos habla del desapego, del olvido absoluto de los otros o de cualquier otra cosa o ser. No basta con el sufrimiento para separarnos de aquello a lo que estábamos unidos, que amábamos o a lo que estábamos acostumbrados y que se cercanía nos era placentera. El sufrimiento es una forma de falso consuelo porque en el ya hay una purga placentera de la separación, pero en esa separación aún está la unión con lo otro amado y familiar. No es pues auténtico consuelo, no es separación auténtica. Cuando dejamos de revolcarnos en el placer del llanto y admitimos la soledad en la que estamos desde que nacemos, entonces aparece la serenidad, el consuelo verdadero.
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