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TEMA 6. ANTROPOLOGÍA


 
                
Al ser humano siempre le ha interesado saber de dónde viene, entre otras cosas, porque para saber qué es y a donde puede ir es importante conocer cuáles son sus orígenes. Una forma de responder a esta cuestión ha sido evolucionismo, que se opuso desde el principio al fijismo.
El fijismo fue propuesto por George Couvier (1769-1832). Esta considera que todas las especies son independientes y permanecen inalterables a través del tiempo desde su creación.
Se entiende por evolucionismo la teoría según la cual el universo y la vida en todas sus manifestaciones son el producto de un desarrollo. La diversidad de las especies es el resultado del cambio y la adaptación.

El evolucionismo se difundió a partir del siglo xx, pero tuvo un antecedente próximo en el transformismo del siglo xv, defendido tímidamente por Leclerc, conde de Buffon (1707-1788), y, de una forma más decidida, por Moreau de Maupertuis (1698-1759). Según el transformismo, la aparición de nuevas especies se debe a la transformación de las primitivas.
Entre las teorías propiamente evolucionistas podemos destacar las siguientes:
El lamarquismo
El lamarquismo es la primera teoría global de la evolución biológica. Se expone en la “Filosofía Zoológica”, obra del naturalista francés Jean-Baptiste de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829), publicada en 1809.
Defiende básicamente las siguientes afirmaciones:
·    Hay una progresión gradual desde unos organismos más simples otros más complejos.
  • El mecanismo por el que se producen los cambios graduales es la adaptación al ambiente por medio del uso y desuso de determinados órganos.
  • El ejercicio de los órganos produce su desarrollo y perfección. De aquí surge la afirmación, que se ha hecho célebre: «la función crea al órgano».
  • Los caracteres así adquiridos se heredan, permitiendo una mejor adaptación a las condiciones del entorno. Por ejemplo, las jirafas tienen el cuello largo porque este ha ido creciendo durante generaciones para poder alcanzar mejor las hojas de los árboles.
Aunque Lamarck no aportó pruebas convincentes para demostrar que los caracteres adquiridos se heredan, sus tesis fueron de gran interés y ayudaron a formular la propuesta evolucionista.
El darwinismo
En 1858, tras un viaje por las islas Galápagos y América meridional, Charles Darwin (1809-1882) y Alfred Russell Wallace (1823-1913) presentaron en Londres una nueva teoría de la evolución basada en sus observaciones.
Según Darwin, se entabla una lucha por la supervivencia porque hay más seres vivos que recursos, lo cual provoca un proceso de selección natural. En esa lucha sobreviven los más aptos, los que presentan las características mejores para adaptarse al medio; los peor adaptados perecen, y los más adaptados transmiten sus características a sus descendientes.
Aunque esta teoría darwiniana de la selección natural se impuso a la de Lamarck, tampoco explicaba suficientemente el mecanismo de la evolución, porque le faltaba una teoría adecuada para aclarar cómo las variaciones se transmiten por herencia, es decir, requería una explicación de la herencia biológica como la elaborada por Gregor Mendel (1822-1884) tras sus experimentos con guisantes en el jardín de su monasterio.
El mutacionismo
A partir de Mendel, la investigación genética en la segunda parte del siglo XIX y comienzos del XX promovió una nueva teoría, el mutacionismo, según la cual el progreso evolutivo depende de mutaciones.
Alrededor de 1901, Hugo de Vries (1848-1935) distinguió dos tipos de variaciones: las modificaciones, provocadas por cambios medioambientales, que no se heredan; y las mutaciones, que son alteraciones que se producen en los genes de los organismos vivos y se transmiten por herencia. Sin embargo, según esta teoría, las mutaciones se producirían por causas que actúan al azar, que no necesariamente provocan mejoras.
Teoría sintética o neodarwinismo
La pugna entre los defensores de la selección natural y los de la mutación condujo a una teoría sintética de la evolución, como la expuesta en 1937 por Th. Dobzhansky en su obra “La Genética y el Origen de las Especies”, que fue desarrollada en años sucesivos con datos de la zoología, la paleontología, la botánica y, posteriormente, la biología molecular. En este estudio se intentan armonizar el principio darwinista de la selección natural y los principios genéticos de la mutación como mecanismos explicativos del proceso evolutivo.
Seguin esta teoría, las mutaciones explican las variaciones casuales de los organismos que se heredan, y la selección natural dirige el curso de la evolución eliminando las variaciones menos dotadas y perpetuando a los individuos mejor adaptados.
Podemos decir, pues, que desde un punto de vista biológico la evolución de las especies es un hecho, aunque siguen existiendo controversias sobre cuál es el mecanismo por el que se produce.

2. EL ORIGEN DEL SER HUMANO
Thomas Huxley, Charles Darwin y Ernst Haeckel defendieron en la segunda mitad del siglo XIX que el ser humano procede evolutivamente de especies animales antropoides. Los más parecidos al ser humano son los clasificados en la familia de los póngidos: el gibón, el siamán y el orangután son los representantes de esta familia en el continente asiático, y el chimpancé y el gorila, en el africano. Los póngidos y los homínidos pertenecen a la superfamilia de los hominoides o antropoides. Y de los homínidos, la única especie viviente es la del ser humano: Homo sapiens.


Aunque no se ha determinado cual fue el último antepasado del Homo, se han encontrado abundantes restos fósiles de lo que se denominó el «eslabón perdido», que permiten reconstruir el proceso evolutivo hasta llegar a la forma actual del ser humano. A este proceso se le denomina hominización.
Los australopitecos
Vivian en la selva hace entre tres y un millón de años, tenían una capacidad craneal de unos 500 cc (más 0 menos como un gorila) y eran bípedos. De la misma época era el Homo habilis, del que se han encontrado restos fósiles. Se caracteriza por tener una frente más ancha, un aumento de la capacidad craneal de hasta unos 700 cc y un cambio en el régimen de vida: vivía ya en zonas abiertas, como praderas y sabanas, organizado en formaciones familiares y construía chozas y utilizaba instrumentos (cultura Olduwan)


El Homo erectus
Este proceso evolutivo prosigue con el paso del Homo habilis al Homo erectus, cuyos fósiles, de hace entre un millón y medio hasta 300.000 años, indican que no solo era bípedo, sino que

caminaba erguido, tenía entre 900 y 1.200 cc de capacidad craneal, usaba el fuego, tal vez practicaba ritos asociados al enterramiento y construía herramientas de piedra, por ejemplo, hachas bifaces (cultura achelense). Del Homo erectus se creía que evolucionó, por un lado, el Homo neanderthalensis y, por otro, el Homo sapiens, antecesor directo del hombre actual. Sin embargo, los últimos hallazgos parecen confirmar la existencia de otras ramas y eslabones perdidos, como el Homo heidelbergensis, el Homo rodhesiensis y el Homo antecesor, este último descubierto en la sierra burgalesa, en el yacimiento de Atapuerca.

El Homo sapiens
El Homo sapiens apareció hace unos 100.000 años en África y Oriente Medio y hace unos 40.000 años en Europa. Era nómada y vivía de la caza, pero empezó a practicar también la agricultura y la ganadería. Fabricaba armas y herramientas, como hachas y cuchillos de piedra, usaba ropa cosida y se adornaba, enterraba y trataba a los muertos con reverencia, y produjo diversas obras de arte, por ejemplo, las pinturas rupestres de Altamira, en España, o Lascaux, en Francia. Tenía ya una capacidad craneal como la del hombre actual o mayor.
En un nuevo proceso, que los antropólogos denominan humanización, el hombre se independiza progresivamente de la presión natural del medio, porque se adapta a él no solo biológicamente, es decir, no solo actuando condicionado por su estructura fisiológica, sino también a través de un mundo de cultura que él crea y le hace ser como es.
Él es el encargado de llevar a cabo la revolución del Neolítico que supone el descubrimiento de la agricultura y la ganadería que darán paso a la urbanización.

3.LA ESPECIFICIDAD DEL SER HUMANO
Para descubrir la especificidad del ser humano resulta útil empezar comparándolo con los animales y determinar las semejanzas y las diferencias que existen entre ellos.
Desde el punto de vista bioquímico y genético no hay grandes diferencias entre el ser humano y los antropoides: el primero tiene 23 pares de cromosomas, mientras que los grandes monos antropoides tienen 24.
En cambio, las diferencias anatómicas son muy significativas y debieron de ser favorecidas por la selección natural. Las más importantes son las siguientes y, de ellas, son esenciales las dos últimas:
-La reducción del tamaño de los dientes y de las mandíbulas.
-La forma de la mano y su habilidad (compleja y precisa).
-La posición bípeda y erguida, posibilitada por las transformaciones en las caderas y en los pies, que amplió la capacidad de observación y liberación de las manos, de modo que así pudieron utilizarse para otras funciones, como la fabricación de instrumentos o la escritura.
-El desarrollo del cerebro, cuyo tamaño se triplica y cuya creciente complejidad hizo posible la cultura (técnica, símbolos, etc.).
Respecto al comportamiento y a su carácter, el ser humano tiene los rasgos propios de la vida animal, que son la independencia respecto del medio y el control específico sobre él, pero además goza de los siguientes rasgos distintivos:
-Aunque desde el siglo XIX es normal usar la expresión «inteligencia animal», sigue discutiéndose si la inteligencia es o no una facultad privativa del ser humano.
Todo depende de qué se entienda por inteligencia. Si por inteligencia entendemos la capacidad de modificar el medio o utilizar algún instrumento para satisfacer necesidades vitales, entonces se encuentra ya en algunos animales. Aunque tendríamos que distinguir entre las acciones fijadas en forma de instintos y las acciones ocasionalmente inventadas para resolver apremiantes necesidades vitales.
Pero si por inteligencia entendemos la capacidad de aprehender las cosas como reales, o de convertir los signos en símbolos, o de concebir ideas universales y abstractas, entonces solo el ser humano tiene inteligencia.
Por otra parte, cabe preguntar si la inteligencia humana es tan solo un desarrollo cuantitativo de lo que hace el chimpancé o existen diferencias cualitativas. Aunque la cuestión sigue siendo controvertida, la respuesta de los más significativos representantes de la filosofía contemporánea es que la inteligencia humana es cualitativa y esencialmente distinta de la animal.
La diferencia entre ellas consiste en que el animal, incluso el más perfecto, no transciende el plano del esquema operativo estimulo-respuesta: puede responder a un estímulo mediante una modificación del medio, pero su respuesta se halla limitada a esa situación; mientras que ya el Homo habilis, que inventó la talla de piedras para fabricar hachas de sílex, las utilizaba no solo para resolver una situación, sino para cualquier situación semejante, más allá de ese tiempo y ese espacio.

-La capacidad de simbolización. Lo propio del ser humano es la comunicación mediante símbolos y signos complejos, mientras que el animal se comunica mediante signos simples.
-El hombre tiene un carácter que él mismo se ha creado, al ser capaz de perfeccionarse de acuerdo con los fines que él mismo se señala como animal dotado de la facultad de la razón.
-Entre los vivientes habitantes de la Tierra es el hombre notoriamente diferente de todos los restantes por su capacidad técnica (unida a la conciencia) para manejar las cosas, por su capacidad pragmática (para utilizar diestramente a otros hombres de acuerdo con sus propias intenciones) y por la capacidad moral (de obrar respecto de si y de los demás con arreglo al principio de la libertad bajo leyes).
-El libre albedrio. El ser humano es el único animal capaz de decir «no» a la satisfacción de sus apetencias instintivas y de elegir su futuro.
-La capacidad de imaginar. La fantasía y la imaginación es la capacidad innovadora que nos permite crear proyectos e ideales.
-Por último, el ser humano tiene cultura, algo que es muy difícil poder decir con rigor del resto de los animales.
4.LA CULTURA
Se dice que el ser humano tiene cultura y que los animales no. Con respecto al comportamiento de los seres vivos para lograr su supervivencia, podemos encontrar diferentes manifestaciones:
-Taxias: movimientos involuntarios y simples en dirección al estímulo que los produce, como por ejemplo las fototaxias en las plantas. No interviene el cerebro y tienen un origen genético.
-Reflejos: movimientos involuntarios, algo más complejos que las taxias y provocados por un estímulo y no dirigidos hacia ese estímulo, siendo muy diferentes en cuanto a su manifestación. Un ejemplo sería el reflejo patelar. No interviene el cerebro, aunque en algunos casos si se presenta alguna actividad en zonas superficiales de la corteza cerebral. Tienen un origen genético.
-Instintos: Son actividades complejas en las que intervienen varios órganos, internas y externas de los seres vivos. El comportamiento de las hembras del cuco poniendo huevos en nidos que no son suyos sería un buen ejemplo. Interviene el cerebro, aunque no la consciencia. Tienen u origen genético.
-Cultura: mucho más compleja que los instintos, interviene el cerebro y es necesario un aprendizaje para su ejecución.
El ser humano posee básicamente reflejos, instintos y cultura. En el caso de los instintos se dice que estos están latentes, es decir, no nos guiamos por ellos de forma habitual, aparecen en casos en los que la respuesta ante un determinado estímulo deba ser rápida, ya que la cultura en determinadas ocasiones y dada su complejidad tiende a elaborar más lentamente sus respuestas.
Muchos de los instintos del ser humano han sido eliminados por falta de uso, ya que la cultura se ha mostrado suficiente con creces para la supervivencia.
Los animales no tienen cultura. En algunos casos como en grupos aislados de primates, se han observado manifestaciones de protocultura, es decir de una “cultura latente” que puede tardar miles de años en poder desarrollarse y que se se pueda extender a todos los miembros de la especie.

Cultura procede del latín cultum, y significa cultivar, cultivo. En una civilización agrícola, como la romana, se refería al cultivo de un campo, labrándolo y convirtiéndolo en fértil, de aquí la palabra agricultura.
Hay que cultivar el campo de la mente para que produzca frutos de argumentaciones, razonamientos, convicciones intelectuales, toma de decisiones, aprender a expresarse. La educación tiene un papel ineludible en ello.
Como cultivo de lo intelectual, la cultura se asocia con las manifestaciones artísticas, literarias, científicas y filosóficas de una civilización. Pero también hay cultura en el aprendizaje de la gastronomía, en la moda o en el disfrute del ocio y las fiestas.
— Los seres humanos están hechos de biología pero, igualmente, de cultura. Aprenden a producir bienes materiales para satisfacer necesidades, a organizarse en sociedad y a vivir con valores y creencias. Emplean el lenguaje. La cultura humana es necesaria para superar las carencias naturales.
— Los animales también satisfacen sus necesidades y utilizan instrumentos y materiales e, incluso, viven en la compañía de sus congéneres y les transmiten lo que aprenden. Se trata de una “cultura” por imitación. Su “cultura” es igual para todos los individuos del grupo, se impulsa con los estímulos y les permite sobrevivir. En el caso del ser humano la cultura es aprendida y se tiene consciencia de ella, lo que no ocurre con los animales.
La Antropología cultural estudia a los seres humanos en el medio en que viven, por eso los antropólogos pueden ofrecer definiciones de lo que es la cultura. Según éstas la cultura tendría las siguientes características.:
1. Es un todo que incluye valores, ideas, instituciones, producción de objetos.
2. Tiene una dimensión social con individuos integrados en grupos.
3. Simbolismo, que han de interpretar los humanos desde sus convenciones.
4. Aprendizaje y adquisición: no es herencia genética, sino que hay que transmitirla a las generaciones siguientes a través del lenguaje; esto es la endoculturación, es decir, la asimilación o interiorización de los rasgos del grupo.
5. Diversidad: sus manifestaciones dependen de los grupos o etnias en que se viva.
6. Renovación: son construcciones que se renuevan y se modifican, se innova en lugar de repetir sin más.
5. LA DIVERSIDAD CULTURAL
Ante culturas distintas de la propia cabe adoptar diferentes actitudes. Comentaremos a continuación tres de ellas: el etnocentrismo, el relativismo cultural y el interculturalismo.
El etnocentrismo
El etnocentrismo analiza otras culturas desde la propia, convirtiéndola en la medida para valorar las restantes. De esta actitud se siguen al menos dos consecuencias: la falta de comprensión para entender a los que no comparten su modo de vida y la radicalización del sentimiento de cohesión con el propio grupo, que hace a sus miembros sentirse superiores a los demás y adoptar una actitud paternalista o de imposición hacia los diferentes.
El etnocentrista puede manifestar xenofobia (odio hacia los extranjeros), racismo o chovinismo (patriotismo fanático). Pero la posición más extendida es la aporofobia, aversion y desprecio al pobre.
El relativismo cultural
El relativismo cultural propone analizar las diversas culturas desde sus propios valores y no desde los de una cultura ajena, y recomienda mostrarse tolerante con las diferentes expresiones culturales.
Esta actitud, superior al etnocentrismo, tiene aún grandes limitaciones: no promociona el diálogo entre las culturas, sino que aboga por que cada una quede encerrada en sus valores; además, es incapaz de eludir riesgos como los siguientes:
-El racismo: algunos opinan que la mejor forma de preservar las culturas es no mezclarlas, es decir, que cada cual se quede en su país y viva según su cultura. Este acaba siendo un modo de justificar la prohibición de la entrada de inmigrantes.
-La separación entre culturas que se toleran, pero no tienen interés en establecer contactos.

El multiculturalismo
No evalúa las demás culturas a partir de la propia y da importancia igual a todas las existentes. Esta actitud también plantea otros problemas.
-La actitud romántica de los que, por el afán de combatir el etnocentrismo, exageran los aspectos positivos de las culturas distintas de la suya. Esta exageración puede llevar a perder el sentido crítico, al pensar que todos los elementos de otras culturas son positivos, e incluso a mostrar indiferencia ante la violación de los derechos humanos que pueden suponer algunas costumbres, como, por ejemplo, el trato discriminatorio hacia la mujer.
-La parálisis cultural, provocada por la defensa de una visión estática de las culturas. Lo importante, mantienen, es conservar las tradiciones. Y es cierto que es bueno conservar las tradiciones para conservar la memoria histórica, pero la cultura es algo vivo que se adapta a nuestras circunstancias y los contactos entre culturas son enriquecedores.
El interculturalismo
El interculturalismo parte del respeto a otras culturas, pero supera las carencias del relativismo cultural al propugnar el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad. El interculturalismo se propone los siguientes objetivos:
-Reconocer la naturaleza pluralista de nuestra sociedad y de nuestro mundo.
-Comprender la complejidad de la relación entre las diversas culturas, tanto en el terreno personal como en el comunitario.
-Promover el diálogo entre las culturas.
-Colaborar en la búsqueda de respuestas a los problemas mundiales.
En definitiva, el interculturalismo propone aprender a convivir en un mundo pluralista y entiende que la diversidad es una fuente de riqueza. Así pues, es la actitud que debemos adoptar ante ese hecho, pues se opone a la separación y a la marginación, y apuesta por la integración.
La globalización es el fenómeno de la integración de las culturas a escala mundial. Es un proceso que comenzó a darse desde que los seres humanos comenzaron a elaborar sus primeras culturas. En la actualidad, debido a la facilidad de las comunicaciones entre culturas salvando las grandes distancias geográficas y con el uso de internet, dicho proceso se está acelerando. Sin embargo, posturas como el etnocentrismo y algunos aspectos del relativismo cultural frenan la posibilidad de la integración de todas las culturas en la construcción de una cultura mundial.

TEXTOS:
TEXTO 1
El interculturalismo es la ideología y práctica política que propugna la integración cultural de las distintas comunidades étnicas presentes en un estado multiétnico, mediante una comunicación fluida e igualitaria entre estas comunidades y los subsiguientes intercambios culturales, causantes a la postre de un mestizaje o hibridación cultural. El resultado inmediato del interculturalismo coherentemente desarrollado es el de una población cuyos miembros, aun siendo adscribibles la mayoría de ellos a alguno de los grupos raciales que componen el estado multicultural, tienen una identidad cultural común pero que no concuerda con ninguna identidad étnica conocida. Esto es así porque las distintas identidades étnicas de las distintas etnias integrantes de la sociedad multiétnica anterior al programa intercultural son dejadas de lado, en beneficio de una amalgama confusa y extraña, una especie de mosaico, formado por los elementos de cada cultura étnica susceptibles de ser compartidos por todos, generalmente los más superficiales. El programa intercultural parte del presupuesto falso de que no existe jerarquía alguna entre culturas por lo que resulta imprescindible, a la hora hacer esta valoración, dejar en suspenso nuestros propios juicios, so pena de incurrir en etnocentrismo. El resultado siguiente del interculturalismo es el mestizaje racial a nivel masivo.
Marvin Harris

TEXTO 2
La esencia de la naturaleza transformada […] en algo útil para la vida se llama cultura, y el mundo cultural es el mundo humano... No hay una «humanidad natural» en sentido estricto, es decir, no hay una sociedad humana sin armas, sin fuego, sin alimentos preparados y artificiales, sin techo y sin formas de cooperación elaborada. La cultura es, pues, la «segunda naturaleza»: esto quiere decir que es la naturaleza humana, elaborada por el mismo y la única en que puede vivir. La cultura «anti-natural» es el producto o secuela de un ser único también «antinatural», es decir, construido de modo opuesto a los animales, actuando sobre el mundo. Exactamente en el lugar que ocupa el medio ambiente para los animales, se halla para el hombre el mundo natural; es decir, el fragmento de naturaleza sometido por él y transformado en una ayuda para su vida.
(Gehlen, El hombre).






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