Al ser humano siempre le ha interesado saber de dónde viene, entre otras
cosas, porque para saber qué es y a donde puede ir es importante conocer cuáles
son sus orígenes. Una forma de responder a esta cuestión ha sido evolucionismo, que se opuso desde el principio
al fijismo.
El fijismo fue propuesto por George
Couvier (1769-1832). Esta considera que todas las especies son
independientes y permanecen inalterables a través del tiempo desde su creación.
Se entiende por evolucionismo la teoría según la cual el universo y la vida
en todas sus manifestaciones son el producto de un desarrollo. La diversidad de
las especies es el resultado del cambio y la adaptación.
El evolucionismo se difundió a partir del siglo xx, pero tuvo un
antecedente próximo en el transformismo
del siglo xv, defendido tímidamente por Leclerc, conde de Buffon (1707-1788), y, de una forma más decidida,
por Moreau de Maupertuis
(1698-1759). Según el transformismo, la aparición de nuevas especies se debe a
la transformación de las primitivas.
Entre las teorías propiamente evolucionistas podemos destacar las
siguientes:
El lamarquismo
El lamarquismo es la primera teoría global de la evolución biológica. Se
expone en la “Filosofía Zoológica”,
obra del naturalista francés Jean-Baptiste
de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829), publicada en 1809.
Defiende básicamente las siguientes afirmaciones:
· Hay una progresión gradual desde unos organismos más
simples otros más complejos.
- El mecanismo por
el que se producen los cambios graduales es la adaptación al ambiente por medio del uso y desuso de
determinados órganos.
- El ejercicio de
los órganos produce su desarrollo y perfección. De aquí surge la
afirmación, que se ha hecho célebre: «la
función crea al órgano».
- Los caracteres así
adquiridos se heredan, permitiendo una mejor adaptación a las condiciones
del entorno. Por ejemplo, las jirafas tienen el cuello largo porque este
ha ido creciendo durante generaciones para poder alcanzar mejor las hojas
de los árboles.
Aunque Lamarck no aportó pruebas convincentes para demostrar que los
caracteres adquiridos se heredan, sus tesis fueron de gran interés y ayudaron a
formular la propuesta evolucionista.
El darwinismo
En 1858, tras un viaje por las islas Galápagos y América meridional, Charles Darwin (1809-1882) y Alfred Russell Wallace (1823-1913)
presentaron en Londres una nueva teoría de la evolución basada en sus
observaciones.
Según Darwin, se entabla una lucha por la supervivencia porque hay más
seres vivos que recursos, lo cual provoca un proceso de selección natural. En esa lucha sobreviven los más aptos, los que
presentan las características mejores para adaptarse al medio; los peor
adaptados perecen, y los más adaptados transmiten sus características a sus
descendientes.
Aunque esta teoría darwiniana de la selección natural se impuso a la de
Lamarck, tampoco explicaba suficientemente el mecanismo de la evolución, porque
le faltaba una teoría adecuada para aclarar cómo las variaciones se transmiten
por herencia, es decir, requería una explicación de la herencia biológica como
la elaborada por Gregor Mendel
(1822-1884) tras sus experimentos con guisantes en el jardín de su monasterio.
El mutacionismo
A partir de Mendel, la investigación genética en la segunda parte del siglo
XIX y comienzos del XX promovió una nueva teoría, el mutacionismo, según la cual el progreso evolutivo depende de
mutaciones.
Alrededor de 1901, Hugo de Vries
(1848-1935) distinguió dos tipos de variaciones: las modificaciones, provocadas por cambios medioambientales, que no
se heredan; y las mutaciones, que
son alteraciones que se producen en los genes de los organismos vivos y se
transmiten por herencia. Sin embargo, según esta teoría, las mutaciones se
producirían por causas que actúan al azar, que no necesariamente provocan
mejoras.
Teoría sintética o
neodarwinismo
La pugna entre los defensores de la selección natural y los de la mutación
condujo a una teoría sintética de la
evolución, como la expuesta en 1937 por Th. Dobzhansky en su obra “La
Genética y el Origen de las Especies”, que fue desarrollada en años
sucesivos con datos de la zoología, la paleontología, la botánica y,
posteriormente, la biología molecular. En este estudio se intentan armonizar el
principio darwinista de la selección natural y los principios genéticos de la
mutación como mecanismos explicativos del proceso evolutivo.
Seguin esta teoría, las mutaciones explican las variaciones casuales de los
organismos que se heredan, y la selección natural dirige el curso de la
evolución eliminando las variaciones menos dotadas y perpetuando a los
individuos mejor adaptados.
Podemos decir, pues, que desde un punto de vista biológico la evolución de
las especies es un hecho, aunque siguen existiendo controversias sobre cuál es
el mecanismo por el que se produce.
2. EL ORIGEN
DEL SER HUMANO
Thomas Huxley,
Charles Darwin y Ernst Haeckel defendieron en la segunda mitad del siglo XIX que el ser
humano procede evolutivamente de especies animales antropoides. Los más
parecidos al ser humano son los clasificados en la familia de los póngidos: el gibón, el siamán y el
orangután son los representantes de esta familia en el continente asiático, y
el chimpancé y el gorila, en el africano. Los póngidos y los homínidos
pertenecen a la superfamilia de los hominoides
o antropoides. Y de los homínidos, la única especie viviente es la del ser
humano: Homo sapiens.
Aunque no se ha determinado cual fue el último antepasado del Homo, se han
encontrado abundantes restos fósiles de lo que se denominó el «eslabón
perdido», que permiten reconstruir el proceso evolutivo hasta llegar a la forma
actual del ser humano. A este proceso se le denomina hominización.
Los australopitecos
Vivian en la selva hace entre tres y un millón de años, tenían una
capacidad craneal de unos 500 cc (más 0 menos como un gorila) y eran bípedos.
De la misma época era el Homo habilis,
del que se han encontrado restos fósiles. Se caracteriza por tener una frente
más ancha, un aumento de la capacidad craneal de hasta unos 700 cc y un cambio
en el régimen de vida: vivía ya en zonas abiertas, como praderas y sabanas,
organizado en formaciones familiares y construía chozas y
utilizaba instrumentos (cultura
Olduwan)
El Homo erectus
Este proceso evolutivo prosigue con el paso del Homo habilis al Homo erectus, cuyos fósiles, de hace
entre un millón y medio hasta 300.000 años, indican que no solo era bípedo,
sino que
caminaba erguido, tenía entre 900 y 1.200 cc de capacidad craneal, usaba el
fuego, tal vez practicaba ritos asociados al enterramiento y construía herramientas de piedra, por ejemplo, hachas bifaces
(cultura achelense). Del Homo erectus se creía que evolucionó, por un lado, el Homo neanderthalensis y, por otro,
el Homo sapiens, antecesor directo
del hombre actual. Sin embargo, los últimos hallazgos parecen confirmar la
existencia de otras ramas y eslabones perdidos, como el Homo heidelbergensis, el
Homo rodhesiensis y el Homo
antecesor, este último descubierto en la sierra burgalesa, en el yacimiento
de Atapuerca.
El Homo sapiens
El Homo sapiens apareció hace unos 100.000 años en África y Oriente Medio y
hace unos 40.000 años en Europa. Era nómada y vivía de la caza, pero empezó a
practicar también la agricultura y la ganadería. Fabricaba armas y herramientas,
como hachas y cuchillos de piedra, usaba ropa cosida y se adornaba, enterraba y
trataba a los muertos con reverencia, y produjo diversas obras de arte, por
ejemplo, las pinturas rupestres de Altamira, en España, o Lascaux, en Francia.
Tenía ya una capacidad craneal como la del hombre actual o mayor.
En un nuevo proceso, que los antropólogos denominan humanización, el hombre se independiza progresivamente de la
presión natural del medio, porque se adapta a él no solo biológicamente, es
decir, no solo actuando condicionado por su estructura fisiológica, sino
también a través de un mundo de cultura que él crea y le hace ser como es.
Él es el encargado de llevar a cabo la revolución del Neolítico que supone el descubrimiento de la agricultura y la
ganadería que darán paso a la urbanización.
3.LA ESPECIFICIDAD DEL SER HUMANO
Para descubrir la especificidad del ser humano resulta útil
empezar comparándolo con los animales y determinar las semejanzas y las
diferencias que existen entre ellos.
Desde el punto de vista bioquímico y genético no hay
grandes diferencias entre el ser humano y los antropoides: el primero tiene 23
pares de cromosomas, mientras que los grandes monos antropoides tienen 24.
En cambio, las diferencias anatómicas son muy
significativas y debieron de ser favorecidas por la selección natural. Las más
importantes son las siguientes y, de ellas, son esenciales las dos últimas:
-La reducción del tamaño de los dientes y de las
mandíbulas.
-La forma de la mano y su habilidad (compleja y precisa).
-La posición bípeda
y erguida, posibilitada por las transformaciones en las caderas y en los pies,
que amplió la capacidad de observación y liberación de las manos, de modo que
así pudieron utilizarse para otras funciones, como la fabricación de
instrumentos o la escritura.
-El desarrollo del cerebro, cuyo tamaño se triplica y cuya
creciente complejidad hizo posible la cultura (técnica, símbolos, etc.).
Respecto al comportamiento y a su carácter, el ser humano
tiene los rasgos propios de la vida animal, que son la independencia respecto
del medio y el control específico sobre él, pero además goza de los siguientes
rasgos distintivos:
-Aunque desde el siglo XIX es normal usar la expresión
«inteligencia animal», sigue discutiéndose si la inteligencia es o no una
facultad privativa del ser humano.
Todo depende de qué se entienda por inteligencia. Si por
inteligencia entendemos la capacidad de modificar el medio o utilizar algún
instrumento para satisfacer necesidades vitales, entonces se encuentra ya en
algunos animales. Aunque tendríamos que distinguir entre las acciones fijadas
en forma de instintos y las acciones ocasionalmente inventadas para resolver
apremiantes necesidades vitales.
Pero si por inteligencia entendemos la capacidad de aprehender las cosas como reales, o de
convertir los signos en símbolos, o de concebir ideas universales y abstractas,
entonces solo el ser humano tiene inteligencia.
Por otra parte, cabe preguntar si la inteligencia humana es
tan solo un desarrollo cuantitativo de lo que hace el chimpancé o existen
diferencias cualitativas. Aunque la cuestión sigue siendo controvertida, la
respuesta de los más significativos representantes de la filosofía
contemporánea es que la inteligencia humana es cualitativa y esencialmente
distinta de la animal.
La diferencia entre ellas consiste en que el animal,
incluso el más perfecto, no transciende el plano del esquema operativo estimulo-respuesta: puede responder a un estímulo
mediante una modificación del medio, pero su respuesta se halla limitada a esa
situación; mientras que ya el Homo habilis, que inventó la talla de piedras
para fabricar hachas de sílex, las utilizaba no solo para resolver una
situación, sino para cualquier situación semejante, más allá de ese tiempo y
ese espacio.
-La
capacidad de simbolización. Lo propio del ser humano es la
comunicación mediante símbolos y signos complejos, mientras que el animal se
comunica mediante signos simples.
-El hombre tiene un carácter que él mismo se ha creado, al
ser capaz de perfeccionarse de acuerdo con los fines que él mismo se señala
como animal dotado de la facultad de la razón.
-Entre los vivientes habitantes de la Tierra es el hombre
notoriamente diferente de todos los restantes por su capacidad técnica (unida a la conciencia) para manejar las cosas,
por su capacidad pragmática (para
utilizar diestramente a otros hombres de acuerdo con sus propias intenciones) y
por la capacidad moral (de obrar
respecto de si y de los demás con arreglo al principio de la libertad bajo
leyes).
-El
libre albedrio. El ser humano es el único animal capaz de
decir «no» a la satisfacción de sus apetencias instintivas y de elegir su
futuro.
-La capacidad de
imaginar. La fantasía y la imaginación es la capacidad innovadora que nos
permite crear proyectos e ideales.
-Por último, el ser humano tiene cultura, algo que es muy difícil poder decir con rigor del resto de
los animales.
4.LA CULTURA
Se dice que el ser humano tiene cultura y que los animales
no. Con respecto al comportamiento de los seres vivos para lograr su
supervivencia, podemos encontrar diferentes manifestaciones:
-Taxias:
movimientos involuntarios y simples en dirección al estímulo que los produce,
como por ejemplo las fototaxias en
las plantas. No interviene el cerebro y tienen un origen genético.
-Reflejos:
movimientos involuntarios, algo más complejos que las taxias y provocados por
un estímulo y no dirigidos hacia ese estímulo, siendo muy diferentes en cuanto
a su manifestación. Un ejemplo sería el reflejo patelar. No interviene el
cerebro, aunque en algunos casos si se presenta alguna actividad en zonas
superficiales de la corteza cerebral. Tienen un origen genético.
-Instintos:
Son
actividades complejas en las que intervienen varios órganos, internas y
externas de los seres vivos. El comportamiento de las hembras del cuco poniendo
huevos en nidos que no son suyos sería un buen ejemplo. Interviene el cerebro,
aunque no la consciencia. Tienen u origen genético.
-Cultura: mucho
más compleja que los instintos, interviene el cerebro y es necesario un
aprendizaje para su ejecución.
El ser humano posee básicamente reflejos, instintos y
cultura. En el caso de los instintos se dice que estos están latentes, es
decir, no nos guiamos por ellos de forma habitual, aparecen en casos en los que
la respuesta ante un determinado estímulo deba ser rápida, ya que la cultura en
determinadas ocasiones y dada su complejidad tiende a elaborar más lentamente
sus respuestas.
Muchos de los instintos del ser humano han sido eliminados
por falta de uso, ya que la cultura se ha mostrado suficiente con creces para
la supervivencia.
Los animales no tienen cultura. En algunos casos como en
grupos aislados de primates, se han observado manifestaciones de protocultura, es decir de una “cultura
latente” que puede tardar miles de años en poder desarrollarse y que se se
pueda extender a todos los miembros de la especie.
Cultura procede del latín cultum, y significa cultivar,
cultivo. En una civilización agrícola, como la romana, se refería al cultivo de
un campo, labrándolo y convirtiéndolo en fértil, de aquí la palabra
agricultura.
Hay que cultivar el campo de la mente para que produzca
frutos de argumentaciones, razonamientos, convicciones intelectuales, toma de
decisiones, aprender a expresarse. La educación tiene un papel ineludible en
ello.
Como cultivo de lo intelectual, la cultura se asocia con
las manifestaciones artísticas, literarias, científicas y filosóficas de una
civilización. Pero también hay cultura en el aprendizaje de la gastronomía, en
la moda o en el disfrute del ocio y las fiestas.
— Los seres humanos están hechos de biología pero,
igualmente, de cultura. Aprenden a producir bienes materiales para satisfacer
necesidades, a organizarse en sociedad y a vivir con valores y creencias.
Emplean el lenguaje. La cultura humana es necesaria para superar las carencias
naturales.
— Los animales también satisfacen sus necesidades y
utilizan instrumentos y materiales e, incluso, viven en la compañía de sus
congéneres y les transmiten lo que aprenden. Se trata de una “cultura” por imitación. Su “cultura” es igual para
todos los individuos del grupo, se impulsa con los estímulos y les permite
sobrevivir. En el caso del ser humano la cultura es aprendida y se tiene
consciencia de ella, lo que no ocurre con los animales.
La Antropología cultural estudia a los seres humanos en el
medio en que viven, por eso los antropólogos pueden ofrecer definiciones de lo
que es la cultura. Según éstas la cultura tendría las siguientes
características.:
1. Es un todo que incluye valores, ideas, instituciones,
producción de objetos.
2. Tiene una dimensión social con individuos integrados en
grupos.
3. Simbolismo, que han de interpretar los humanos desde sus
convenciones.
4. Aprendizaje y adquisición: no es herencia genética, sino
que hay que transmitirla a las generaciones siguientes a través del lenguaje;
esto es la endoculturación, es
decir, la asimilación o interiorización de los rasgos del grupo.
5. Diversidad: sus manifestaciones dependen de los grupos o
etnias en que se viva.
6. Renovación: son construcciones que se renuevan y se
modifican, se innova en lugar de repetir sin más.
5. LA DIVERSIDAD CULTURAL
Ante culturas distintas de la propia cabe adoptar
diferentes actitudes. Comentaremos a continuación tres de ellas: el
etnocentrismo, el relativismo cultural y el interculturalismo.
El etnocentrismo
El etnocentrismo analiza otras culturas desde la propia,
convirtiéndola en la medida para valorar las restantes. De esta actitud se
siguen al menos dos consecuencias: la falta de comprensión para entender a los
que no comparten su modo de vida y la radicalización del sentimiento de cohesión
con el propio grupo, que hace a sus miembros sentirse superiores a los demás y
adoptar una actitud paternalista o de imposición hacia los diferentes.
El etnocentrista puede manifestar xenofobia (odio hacia los extranjeros), racismo o chovinismo (patriotismo fanático). Pero la posición más
extendida es la aporofobia, aversion
y desprecio al pobre.
El
relativismo cultural
El relativismo cultural propone analizar las diversas
culturas desde sus propios valores y no desde los de una cultura ajena, y
recomienda mostrarse tolerante con las diferentes expresiones culturales.
Esta actitud, superior al etnocentrismo, tiene aún grandes
limitaciones: no promociona el diálogo entre las culturas, sino que aboga por
que cada una quede encerrada en sus valores; además, es incapaz de eludir
riesgos como los siguientes:
-El racismo: algunos opinan que la mejor forma de preservar
las culturas es no mezclarlas, es decir, que cada cual se quede en su país y
viva según su cultura. Este acaba siendo un modo de justificar la prohibición
de la entrada de inmigrantes.
-La separación entre culturas que se toleran, pero no
tienen interés en establecer contactos.
El
multiculturalismo
No evalúa las demás culturas a partir de la propia y da
importancia igual a todas las existentes. Esta actitud también plantea otros
problemas.
-La actitud romántica de los que, por el afán de combatir
el etnocentrismo, exageran los aspectos positivos de las culturas distintas de
la suya. Esta exageración puede llevar a perder el sentido crítico, al pensar
que todos los elementos de otras culturas son positivos, e incluso a mostrar
indiferencia ante la violación de los derechos humanos que pueden suponer
algunas costumbres, como, por ejemplo, el trato discriminatorio hacia la mujer.
-La parálisis cultural, provocada por la defensa de una
visión estática de las culturas. Lo importante, mantienen, es conservar las
tradiciones. Y es cierto que es bueno conservar las tradiciones para conservar
la memoria histórica, pero la cultura es algo vivo que se adapta a nuestras
circunstancias y los contactos entre culturas son enriquecedores.
El
interculturalismo
El interculturalismo parte del respeto a otras culturas,
pero supera las carencias del relativismo cultural al propugnar el encuentro
entre las diferentes culturas en pie de igualdad. El interculturalismo se
propone los siguientes objetivos:
-Reconocer la naturaleza pluralista de nuestra sociedad y
de nuestro mundo.
-Comprender la complejidad de la relación entre las
diversas culturas, tanto en el terreno personal como en el comunitario.
-Promover el diálogo entre las culturas.
-Colaborar en la búsqueda de respuestas a los problemas
mundiales.
En definitiva, el interculturalismo propone aprender a
convivir en un mundo pluralista y entiende que la diversidad es una fuente de
riqueza. Así pues, es la actitud que debemos adoptar ante ese hecho, pues se
opone a la separación y a la marginación, y apuesta por la integración.
La globalización es
el fenómeno de la integración de las culturas a escala mundial. Es un proceso
que comenzó a darse desde que los seres humanos comenzaron a elaborar sus
primeras culturas. En la actualidad, debido a la facilidad de las
comunicaciones entre culturas salvando las grandes distancias geográficas y con
el uso de internet, dicho proceso se está acelerando. Sin embargo, posturas
como el etnocentrismo y algunos aspectos del relativismo cultural frenan la
posibilidad de la integración de todas las culturas en la construcción de una
cultura mundial.
TEXTOS:
TEXTO
1
El interculturalismo es la ideología y práctica política
que propugna la integración cultural de las distintas comunidades étnicas
presentes en un estado multiétnico, mediante una comunicación fluida e igualitaria
entre estas comunidades y los subsiguientes intercambios culturales, causantes
a la postre de un mestizaje o hibridación cultural. El resultado inmediato del
interculturalismo coherentemente desarrollado es el de una población cuyos
miembros, aun siendo adscribibles la mayoría de ellos a alguno de los grupos
raciales que componen el estado multicultural, tienen una identidad cultural
común pero que no concuerda con ninguna identidad étnica conocida. Esto es así
porque las distintas identidades étnicas de las distintas etnias integrantes de
la sociedad multiétnica anterior al programa intercultural son dejadas de lado,
en beneficio de una amalgama confusa y extraña, una especie de mosaico, formado
por los elementos de cada cultura étnica susceptibles de ser compartidos por
todos, generalmente los más superficiales. El programa intercultural parte del
presupuesto falso de que no existe jerarquía alguna entre culturas por lo que
resulta imprescindible, a la hora hacer esta valoración, dejar en suspenso nuestros
propios juicios, so pena de incurrir en etnocentrismo. El resultado siguiente
del interculturalismo es el mestizaje racial a nivel masivo.
Marvin
Harris
TEXTO
2
La esencia de la naturaleza transformada […] en algo útil
para la vida se llama cultura, y el mundo cultural es el mundo humano... No hay
una «humanidad natural» en sentido estricto, es decir, no hay una sociedad
humana sin armas, sin fuego, sin alimentos preparados y artificiales, sin techo
y sin formas de cooperación elaborada. La cultura es, pues, la «segunda
naturaleza»: esto quiere decir que es la naturaleza humana, elaborada por el
mismo y la única en que puede vivir. La cultura «anti-natural» es el producto o
secuela de un ser único también «antinatural», es decir, construido de modo
opuesto a los animales, actuando sobre el mundo. Exactamente en el lugar que
ocupa el medio ambiente para los animales, se halla para el hombre el mundo
natural; es decir, el fragmento de naturaleza sometido por él y transformado en
una ayuda para su vida.
(Gehlen,
El hombre).
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